domingo, 1 de septiembre de 2013

Tu, eres mi hija

Cuando decidí iniciar este blog pretendió ser un cuaderno de bitácora del alucinante viaje y mi mayor fracaso que inicie hace justo 6 años, el mismo día que a ti te llevaron de mi lado, porque fue así, porque nadie te pregunto, porque fue la voluntad de otra persona. Hoy, se convierte en un epitafio macabro y doloroso marcado por tu ausencia. He debido de cometer pecados terribles para tener que soportar este padecimiento inhumano que significa el que tu no estés a mi lado.
Mi Querida hija, con gran dolor inicio estas lineas armándome de valor porque se me oprime el pecho intentando sujetar las amargas lágrimas que ya nacen de mis ojos. Tan solo quiero decirte, recordarte lo que tantas y tantas veces te he dicho antes de tu partida, TE QUIERO Y SIEMPRE ESTARÉ AQUÍ. El día que te marchaste, sin apenas despedirte de mi, ni un beso, ni un abrazo, ni nada, tan solo el ademán de acercarte a mi pero volverte enseguida a tu madre, la madre que tanta prisa tenia para despertarte a las siete de la mañana de un 20 de Agosto y hacer un viaje que duro hasta el 22 de agosto a las cuatro de la tarde que llamo para decirme que ya habíais llegado. No puedo alcanzar a imaginar como estarías de agotada, mi vida. Pero seguro que estabas contenta, feliz por haber montado en tren y en avión. La mañana del adiós dejaste la casa vacía de ruidos, de sonrisas, de tiernas miradas, de caricias...y se lleno de lágrimas y dolor. Al principio no lo podía creer, tantas veces había dicho esa, tu madre que no te separaría de mi, que creía que era una pesadilla, pero la pesadilla estaba empezando en esos momentos. Pocos minutos después de salir tu por la puerta, salí en tu busca pero ya habías volado, ni rastro de tu presencia, tan solo el débil olor de tu colonia que aun quedaba en el ambiente. Necesitaba respirar el aire fresco de la mañana y decidí dar un paseo por los lugares que solíamos frecuentar los dos, la Plaza Mayor y "tu parque", el que esta enfrende de la casa en la que vivíamos y descubrí que se habían apagado tus risas y carreras de un lado para otro. En ese momento un inmensa desolación se apodero de mi y ese silencio que tu dejabas me atronaba los oídos y ahogaba un grito desgarrador dentro de mi pecho. Volví a esa casa ya vacía de ti. El alma se me escapaba por cada poro de mi piel y la presión que ejercía tu ausencia sobre mi pecho, me impedía respirar. Rompí a llorar amargamente inundado por tus recuerdos... Mis días son un infierno sin tu presencia. No puedo seguir escribiendo, corazón, porque no veo la pantalla con tantas lágrimas...
Hija mia, antes habia una foto tuya, he decidido quitarla para proteger tu intimidad.

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