viernes, 22 de agosto de 2008
Segundo Dia en Chile, simplemente alucinante
jueves, 21 de agosto de 2008
Al Otro Lado Del Mundo
lunes, 18 de agosto de 2008
La pantalla de los sueños
No recuerdo cual fue la primera vez que vi nevar, lo que si recuerdo es que aquel año, por Febrero, en la noche cayó una extraordinaria nevada que llego a cubrir el suelo bastantes centímetros, tantos que para pasar a algunas casas había que hacer un pasillo en la nieve. Aquel carnaval fue extraordinario. Durante tres día los chicos y chicas del pueblo estuvimos exentos de ir a clase, y lo pasábamos bomba jugando a hacer muñecos de nieve y tirandonos bolas. Las calles y los campos eran un clamor vestidos con tanta pureza. Micaela estaba allí, sentada en aquel frío banco y mirando absorbida por la belleza del paisaje. La belleza de tal cuadro musitaba en ella la misma belleza. Hoy, me ha recordado aquella mirada, y tal como si fuera aquel Febrero se encontraba con la mirada absorta y melancólica, sentada en el mismo banco y probablemente en el mismo sitio. Estaba empezando a nevar y la blancura de los copos se deslizaban como lágrimas en sus pálidas mejillas. No jugábamos, no, hablábamos de los dimes y diretes de la vida social de la localidad. Pero ella no participaba. Su mirada imaginaba otros lugares distantes y no conocidos para ella. Micaela era así. Cuando los demás dábamos rienda suelta a nuestra verborrea, ella se empeñaba en soñar despierta. Esa faceta suya era la que más me atraía. Graciosa, alegre, divertida... Era divina. Sus grandes ojos negros brillaban como las estrellas en una noche despejada, y sus jugosos labios entreabiertos dejaban ver sus blancos dientes, más incluso que los copos que empezaban a caer. Y como si de un embrujo se tratara, absorbió también mi mirada, dejando a un lado la conversación y dedicándome exclusivamente a observar aquel contraste. Pero el tiempo no daba para más, la nevada se hacía más intensa y todos tuvimos que dejar el lugar para irnos a casa, y volver a reunirnos más tarde en el mismo sitio de siempre, El Espejo, un bar céntrico en el cual se reunían todos los jóvenes del lugar.
El Espejo era un lugar amplio en el que sus paredes asalmonadas estaban dominadas por exquisitos cuadros que asemejaban a Picasso unos y a Dalí, otros. En el centro había cuatro mesas con cuatro sillas cada una. A un lado de la puerta de entrada había una máquina de pimball en la que solíamos pasar grandes ratos, retándonos unos a otros, y a otro lado una máquina de videojuego a la que nunca se le prestaba atención. Pero lo que más destacaba dentro del local no era ni su situación, ni sus cuadros, ni su color, ni siquiera la colocación extraordinaria que había en el botellero; era un gran espejo situado en la pared del fondo, de ahí su nombre. Ese espejo daba pie a lo que tanto gustaba a Micaela, soñar despierta. Debajo del espejo había otra mesa con seis sillas, y era nuestro rincón preferido. Esa mesa tenía la particularidad de que cuando nos sentábamos a jugar la partida de cartas, siempre perdía el que se sentaba debajo del espejo...
Como ves hermano mío, de nuevo busco en mi soledad los recuerdos, ya perdidos de tiempos pasados. Aquellos recuerdos de infancia que unieron nuestras vidas, y que hoy no son sino fugaces fantasmas que anidan en mi mente. El tiempo, poderoso caballero va borrando con su paso la memoria, y a veces no logras recordar sino pequeños detalles con los que intentas reconstruir el pasado. Recuerdo que como la nieve, la lluvia reapareció después de tanto tiempo. Los dos salimos al campo corriendo, cogidos de la mano. Tu me arrastrabas por tus ansias de libertad. Mis pequeñas piernas no abarcaban tus largos pasos. La lluvia rozaba nuestras caras y nuestras ropas parecían resistirse a ser mojadas. Al volver a casa, sobre la mesa, no había sino dos platos vacíos y un pedazo de pan a cada lado. El fuego ardía con fuerza e iluminaba la estancia, triste y acogedora a la vez. La pálida luz recordaba a la noche en que Dios quiso llamar a papa su seno. Los dos nos miramos, y sin mediar palabra nos fuimos a la cama.
A la mañana siguiente, todo seguía igual. Los platos y el pan sobre la mesa, y como único cambio, las llamas habían dado paso a la incandescencia rojiza de unas ascuas que se resistían a morir hechas ceniza.
El sol volvió a lucir a lo lejos, sobre los montes ocres. La mañana prometía calma. En el silencio decidí escribir aquellas palabras hoy perdidas en amarillentos folios, que en estos momentos resuenan en mi mente como un eco inacabado:
En la estancia del recuerdo
tengo un pedazo de Oro,
que quiero sinceramente
porque en su vientre he vivido.
Tu eres madre en mis fracasos
y eres vida en mi cansancio,
siempre atento a tus caricias,
aunque creas que lo he olvidado.
Hoy, mi querido y lejano hermano, he vuelto a recordar la lluvia, las ocres hojas caídas con la llegada del otoño, los tímidos rayos de sol, que entre las ramas denudas de los árboles se habrían camino hacia la tierra húmeda, de la cual se desprendía ese delicioso olor a vida.
Por la senda buscábamos la orilla del río que serpenteaba desde lo alto del monte para perderse de nuevo en la lejana espesura de un bosque que sin haber pisado nos resultaba conocido. La música volvía a surgir de su lecho como un clamor. Al llegar al río de nuevo con vida, intentábamos coger al agua indómita, y sentíamos como se nos escapaba entre los dedos.
Hoy los árboles han dado paso a los inmensos edificios y el río se tiño de negro asfalto, por donde rugen animales que desprenden su olor a petróleo. La belleza virgen de los fértiles campos, han dado paso al profano y estéril trasiego de la ciudad, claustrofóbica y vertiginosa donde las personas no somos sino máquinas andantes y atónitas, capaces de convertir la vida en sufrimiento y el amor en el odio más despiadado y cruel que nos convierte en animales fieros incapaces de razonar el más mínimo pensamiento. El egoísmo de la vida da paso a la muerte en un bello aunque macabro cuadro, lleno de una plástica casi perfecta.
¿No es cierto Cío que la distancia que nos separa no es sólo física, sino la falta de una conversación cariñosa, o el susurro de una palabra en el momento preciso?. No es necesario que te contestes la pregunta. Quizá los dos tengamos puntos de vista tan distintos que nunca llegaríamos a entendernos. Además creo que la palabra no solo sale de la boca y es escuchada por el oido. El corazón, a veces, también habla y quizá tú no has sabido darte cuenta. No te culpo, porque probablemente sea muy difícil de sentir, a mi también me pasa. Y quiero que sepas que no hay nada de lo que debas sentirte culpable, yo te quiero como eres.
Probablemente cuando leas esto, todo se haya consumado y no quede sino el eco de las palabras, palabras que a veces debes llevar hasta el final, aunque el cansancio que producen en mi alma sea tan grande y profundo, que el dolor que siento no me deje hacer otra cosa sino lo que pienso. No quisiera que recriminases mi decisión. Déjala pasar, sin descuidarme y quizá sentirás el cambio.
No recuerdo haberte dicho que Dios no existe. Si es cierto que mis ideas cambiaron a raíz de aquel incidente de papá. No es que haya dejado de creer en El, no, aunque a veces mis razonamientos den la impresión de negar su existencia. Si puedo afirmar que esa idea va cambiando poco a poco, influenciada a veces por los argumentos filosóficos ateo o gnósticos, que hacen mella en mí. Pero quiero que sepas que los iré amoldando y creando mi propio argumento. Me viene a la mente unas palabras que quizá no explique mucho mi postura, pero que pueden aclararte algo:
En Dios pienso porque vivo,
pensando que muero en Tí.
En Tí pienso que duermo,
durmiendo para existir.
si existir es pensar en Tí,
por Tí existo pensando.
Dios y el hombre son dos entidades que van íntimamente relacionadas entre sí, pero una cosa es clara: Dios necesita del hombre para existir, ya que si cambiamos los términos no esta del todo demostrado que sea cierto. La premisa: Dios existe porque existe, nos la han enseñado a todos; pero cada uno debemos moldearla de forma que el Dios bíblico sea un Dios personal, cosa que el dogma niega. Ese Dios personal es el que hace que podamos invertir los términos de la primera premisa. Ahora, el hombre necesita de Dios, para existir, pero necesita ese hombre concreto, porque Dios vive en ese pensamiento y no en otro distinto. Dios existe en tanto que el hombre es hombre y no en cuanto que Dios es Dios. Si pensamos fríamente, Dios existe porque el hombre lo Piensa. Sin el hombre Dios no tendría existencia sino la suya propia y, ... ¿qué o quién es Dios?